Citando…

La muerte era como un vecino desagradable: no hablabas de él por temor a que te oyera y decidiera pasar a hacerte una visita.

—Los hechos pequeños nos llevan al gran conocimiento —recitó—. De igual modo, los nombres pequeños nos llevan a los grandes nombres.

El hábito no hace al monje, pero si quieres interpretar un papel, necesitas el disfraz adecuado.

Esa cosa que hay entre vosotros es demasiado trémula para hablar de ella. Es una chispa tan débil que hasta el aliento más suave la apagaría.

Es verdad lo que dicen: una bolsa pesada te aligera el corazón.

A veces, caer también nos enseña cosas. En los sueños, muchas veces caes antes de despertar.

Aquellas calles no eran peligrosas, en un sentido estricto. O mejor dicho, eran peligrosas como el cristal roto. El cristal roto no se aparta de su camino para hacerte daño; hasta puedes tocarlo si vas con cuidado. Hay otras calles que son peligrosas como perros rabiosos, y por muy prudente que seas, en ellas nunca estás a salvo.

Teccam expone que existen dos tipos de secretos. Hay secretos de la boca y secretos del corazón. La mayoría de los secretos son secretos de la boca. Chismes compartidos y pequeños escándalos susurrados. Esos secretos ansian liberarse por el mundo. Un secreto de la boca es como una china metida en la bota. Al principio apenas la notas. Luego se vuelve molesta, y al final, insoportable. Los secretos de la boca crecen cuanto más los guardas, y se hinchan hasta presionar contra tus labios. Luchan para que los liberes. Los secretos del corazón son diferentes. Son íntimos y dolorosos, y queremos, ante todo, escondérselos al mundo. No se hinchan ni presionan buscando una salida. Moran en el corazón, y cuanto más se los guarda, más pesados se vuelven.

Las preguntas que no podemos contestar son las que más nos enseñan. Nos enseñan a pensar. Si le das a alguien una respuesta, lo único que obtiene es cierta información. Pero si le das una pregunta, él buscará sus propias respuestas.

Cuanto más difícil es la pregunta, más difícil la búsqueda. Cuanto más difícil es la búsqueda, más aprendemos.

—Bueno —dijo pausadamente—. Podría ser peor, desde luego... —Sentí un leve chispazo de orgullo, hasta que añadió—: Podría faltarte una pierna, por ejemplo.

Hay silencios que ni las palabras pueden ahuyentar.

El temor de un hombre sabio (2)
Patrick Rothfuss

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