Ella asiente y piensa cómo todos los sentimientos están entremezclados, cómo ninguna relación es libre y compartimentada, cómo a todo lo atraviesa todo.
Todos ellos eran individuos con un denominador común: habían sufrido abusos traumáticos. Esos abusos habían causado tal devastación en su psique que para sobrevivir, habían tenido que ocultarlos incluso de sí mismos. En realidad, ninguno sabía con exactitud lo que le había sucedido; sólo eran conscientes de que su terrible había arruinado sus vidas presentes.
“Porque el pasado no está muerto. El pasado ni siguiera ha pasado”, solía decir yo citando a al escritor William Faulkner. Me refería a que cada pequeña cosa que le sucedía a una persona la acompañaba hasta el presente. Todas sus vivencias influían en cada elección, y cuando se trataba de experiencias traumáticas, el pasado ocupaba casi todo el espacio del presente.
Esos hombres que parecen no reaccionar, que continúan hablando y haciendo preguntas con un peculiar timbre en la voz, una cierta vacuidad, mientras interrogan acerca de los detalles.
Joona sabe que no se trata de indiferencia, sino de una lucha. Es un desesperado intento de prolongar el momento anterior a la llegada del dolor.
El hipnotista
Lars Kepler
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