¿Y qué son esos hombres vistos en la tele, que se arrojan al vacío en esa mañana de septiembre, sino lágrimas empapadas de emociones, de sueños?
Gardone se acuerda de cuando, acurrucado en un huevo, descubrió cuán frágiles eran las paredes del mundo, que se partían en pedazos contra su pico, y qué magia luego descubrir otro mundo. Y tal vez nadie lo sabe, pero las gaviotas vuelan esperando encontrar un día el talón de Aquiles del cielo, el punto exacto en el cual, con sólo la fuerza del pico, todo se partirá de nuevo.
El matrimonio es como un loft: con las cristaleras mirando el mundo y dejándote con la boca abierta, sin respiración. Y después está ese polvo invisible de los días, de los años, imparable, que se deposita perezosamente en los muebles, en los sueles, y lo mastica todo, también las habitaciones del amor.
Quiero ser feliz, para siempre. “S no hubiera tristeza ni dolor, ¿cómo crees que podrías ser feliz?”
Lo que te cae de los ojos
Gabriele Picco
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