Lo más dulce de estar en pareja es compartir tu vida con alguien. Pero mi vida, evidentemente, no había sido lo suficientemente buena para ser compartida.
Tendría que hacer valer mi alma, porque lo que era mi cuerpo estaba dispuesto a traicionarme.
—Nada —dije—. No son nada. No eran cambiantes, ni licántropos, ni nada. Apenas eran seres humanos, en mi opinión. Pero nadie me había nombrado Dios para determinar esas cosas.
El club de los muertos (3)
Charlaine Harris
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